“Comenzó a caminar, sin pensar a dónde iba, sin saber que no
llegaría muy lejos. Cada paso la iba acercando a su muerte. Ella no lo sabía,
pero así era. Llegó a un lugar extraño, se tiró al suelo, donde había hierba.
Era de noche, se había escapado. No quería seguir durante más tiempo en casa,
donde día tras día solo tenía problemas. No quería quedar con nadie, porque
poco a poco, todas esas personas en las que creía que podía confiar, le habían
decepcionado. No le quedaba nadie, no le quedaba nada. De momento, solo le
quedaba su vida, pero ella misma se la quitaría.
Allí, tirada en la hierba, cerró los ojos, e intentó no
pensar, pero entonces, notó como alguien se acercaba. Se asustó, y de un salto
se incorporó. Se escondió detrás de un árbol y comenzó a observar quién venía,
pero no veía a nadie. Supuso que había sido su imaginación, cuando se iba a
echar en el suelo de nuevo, alguien le agarró el brazo. Una mano fría, pesada.
Entonces se estremeció, comenzó a temblar. Se decía para sí misma que no tenía
miedo, no quería girarse, pero tampoco quería correr. Se decidió, dio un paso
adelante y sin ver quién la sujetaba preguntó: — ¿Quién eres?— Esperó la
respuesta. Notaba la respiración de quien la agarraba. La soltó. Y le
respondió: — Soy quien te va a sacar de todo esto. Soy tu muerte.—
Ella no pudo asimilar esas palabras, y en ese mismo instante
se desmayó. Pero no tardó en recuperar la consciencia. Abrió los ojos, lo veía
todo borroso, le faltaba fuerza para levantarse. Recordó lo sucedido y pensó
que lo había imaginado todo, pero entonces vio bien a su alrededor y supo que
todo era real, alguien había allí, pero no podía ver su rostro, solo veía su
silueta, era como una extraña sombra, con la silueta de un cuerpo humano, con
su propia silueta.
— ¿Mi muerte? ¿Cómo eres mi muerte? — Se atrevió a
preguntar.
Sí, solo tienes que agarrarte a mí para que esto se termine,
para que nadie te siga destruyendo. Para que nadie más siga jugando contigo,
para que tu familia se dé cuenta de lo que pierde. Para que tus amigos
comprendan lo que han hecho. Esa es la lección de la vida, que noten tu
ausencia.
Ella sin pensarlo, le gritó, — ¡AYÚDAME! ¡Ven aquí! —
La muerte se puso a su lado, y entonces ella le agarró la
mano lo más fuerte que podía. Cerró los ojos y se dejó morir. Su corazón se
apagaba. Su vida se consumía. Su cuerpo se desvanecía…”
No hay comentarios:
Publicar un comentario