Mis historias

30 noviembre, 2015

Se me congeló hasta el alma.

Agitada, sobresaltada, asustada, anonadada.
Estaba tumbada en cama, y sin más noté un suspiro en mi cuello, y una mano rozándo mi cadera.

No podía dar crédito de ello.
¿Qué estaba pasando?
Si estaba sola. Había cerrado puertas, ventanas y todo. Me había encerrado en la habitación y me había echado en cama. Tapada con una manta de la persona más especial, una manta de mi abuelo, que a día de hoy brilla en el cielo.

Mi respiración iba a mil por hora. No entendía lo que estaba pasando.
No era capaz de moverme. El corazón me latía tan deprisa, que incluso por momentos no lograba respirar. Que contradictorio.

Miedo.
Soledad.
Lágrimas.

Vi como una sombra se acercaba a mí.
Quería encender la luz, pero estaba petrificada, no podía realizar un solo movimiento.

Noté frío. Mucho. Se me congelaron las manos.
De nuevo. Un suspiro al lado de mi oreja.

`Es la hora, vengo a por tu alma.´

Quería llorar muy fuerte. Gritar.
O despertar y ver que solo era una pesadilla.

Era terrible.

Lo que sentí aquel día no podré expresarlo con palabras, nunca.

Aquella noche, se me congeló hasta el alma.
Y no volví a vivir en paz.
Había perdido algo.
Me había perdido.

04 agosto, 2014

Cada noche, hasta morir.

''Y cada noche antes de dormir se veía esa cicatriz. Con lágrimas en los ojos, apunto de explotar a llorar.
Y cada noche se sentía peor, y más sola. Cada noche se sentía como si en el mundo estorbase. Sin metas, ni sueños. Sin nada, ni nadie.
Solo se encontraba con mentiras, con desilusiones. Con más mentiras, engaños.
Cada noche tenía más ganas de coger aquella navaja y volver a sentirla, pero más profunda, más dolor, rozar la muerte, agarrarla fuerte e irse con ella.
Cada noche, se veía al espejo y se tenía más asco. Se odiaba, más y más.
Llegó a pensar que había encontrado la felicidad, pero en realidad no fuera más que otra mentira, una intensa y que le dolió más que el filo de la navaja.
Estaba sola. Su familia nunca la escuchaba, nunca le ayudó. Sus amigos se esfumaron, sin decir nada, con miles de mentiras detrás de sus dos caras. El amor, le falló, le decepcionó, con más mentiras que caricias.
No tenía a nadie en quien apoyarse, ni un hombro. Nada.
Y su autoestima ya estaba demasiado hundida.
Por eso, cada noche sentía más deseo de apretar la navaja.
Cada noche quería dejar de llorar. Dejar de pensar. Dejar, incluso, de respirar.
Y esa noche llegó, llegó en el día que no podía más consigo misma. En el día que todo era negro, que ya ni un rayo de luz veía al final del túnel, o quizás sí, pero no era un rayo de luz, era el tren, el tren que se la llevaba lejos, muy lejos. Donde nadie le molestaría, donde nadie le mentiría, donde no se sentiría un estorbo.   Lejos de su vida. Cansada. Cerca de la muerte. Deprimente.

         La navaja se fundió en sus venas.
                        Y se escuchó su último suspiro.
                                  Mientras corría la sangre por su muñeca.''

21 agosto, 2013

La maldición de la luna.

"Una noche de luna llena, lo recuerdo como de si ayer se tratase, alguien intentó jugar conmigo. Alguien intentó destrozarme, poco a poco, haciéndose pasar por un rey que no llegaba ni a príncipe y mucho menos a persona. Alguien me metió en su juego, intentando hacerme creer que nada saldría mal, y que él era el bueno. Una noche de luna llena que me cautivó por unos segundos, pero que al ver su mirada, supe que sino jugaba yo, ya habría perdido mi propia alma. Una noche de luna llena que se convertiría en una simple maldición.
Esa noche me dejé llevar, como si supiera desde un principio todo lo que iba a pasar. Solo se trataba de saber jugar, de avanzar. De llegar poco a poco al final, y desvelar quién era el que realmente jugaba, desvelar quién estaba detrás de esa máscara que llamaba cara. Descubrir qué escondía, qué sentía, a qué jugaba de verdad, qué quería. Me metí en el juego, como una simple ilusa, fingiendo. Fingiendo que no sabía nada, fingiendo que todo iba bien. Para lograr llegar al final de todo este simple cuento.
Era la luna mi cómplice. Era la fresa el aroma que todo lo desvelaba. Era la mirada quien me lo confirmaba.
Entre tantos momentos ocultos y tantas mentiras a la luz, ya sabía lo que sucedía. Hasta un día que me cansé, y abandoné el juego. Decidiendo no perder el tiempo. Decidiendo cambiar de rumbo, cambiar de libro, cambiar de todo. Arriesgando por quien lo merecía. Porque ya sabía quién era ese chico que solo jugaba. Descubrí que no era más que una sombra, una sombra que no dejaba de vagar cerca de mí, sin dejarme abrir los ojos. Una sombra que se apoderaba de mi pobre alma, y que me la arrancaba lentamente. Pero por suerte, vi todo claro por un instante. Alguien me lo hizo ver todo claro. No sé si la luna, no sé si las estrellas me lo gritaron desde arriba, no sé. Solo sé que supe salir del juego a tiempo. Y que ahora, esa misma luna es su propia maldición. Sea sombra, sea persona, o sea lo que sea, ella es su maldición. Porque mientras yo la veo desde mi habitación, sonriendo, feliz, con un alma enamorada dentro; él, lo perdió todo y se odiará por jugar con la persona equivocada... Porque hablando de jugar, quien juega conmigo, acaba perdiendo. Perdiendo un diamante en bruto, que pocos pueden ver, porque brillo con luz propia, con el reflejo de la luna, con el diamante que llevo dentro, con la presencia de quien no está, pero me sujeta la mano en mis momentos flojos. Esa noche, quedó marcada, como el principio de nuestra batalla, pero esa luna quedó marcada como la maldición de tu mirada.

30 julio, 2013

Faltaban fuerzas.

Y allí estaba yo, tirada en mi cama. Con miles de historias en la mente. Con miles de sentimientos. Con tantas ganas de salir afuera y querer ser feliz..., pero algo me faltaba. No sabía qué era exactamente.
Quise coger fuerzas y me fallaron. Me falló mi espíritu de vida. Fue como si en el momento que quise levantarme alguien me arrancase el alma. Fue como si alguien estuviese allí queriendo verme sufrir.
Lo intenté de nuevo, y me caí. Me caí al suelo. Estaba rota por dentro. Era la primera vez que mi sonrisa se rompía de tal forma, la primera que mis ojos se ahogaban entre tantas lágrimas. Era la primera vez que me faltó mi fuerza.
No lo entendía. ¿Qué me estaba pasando?
De repente notaba como se me nublaba la vista, como me costaba más respirar. Notaba que me daban mil pinchazos en el pecho. Y escuchaba voces, voces que no tenía la menor idea de donde provenían... Estaba sola. ¿De quién eran esas voces?
Me estaba muriendo. Muriendo porque me faltaba algo dentro. Alguien cerca. Me estaba muriendo y no podía impedirlo.
Si ya no tenía fuerzas, no quise ni luchar. Ni gritar. Sólo me digné a esperar, a sufrir. A esperar a que mi corazón dejase de latir.

03 julio, 2013

Amante de la luna.

"Era amante de las sombras, de perderse entre ellas. De ocultarse en el silencio. De fingir sonrisas para no preocupar a nadie. Era amante de la sonrisa de la persona equivocada. Era amante de la luna y de las noches en vela. Era amante del miedo, y del dolor. Ella era una persona diferente, que sabía fingir en los momentos más difíciles, que lograba sonreír hasta cuando su corazón le pedía lágrimas a gritos. Era una chica que lloraba a solas, en silencio, entre cuatro paredes, que la agobiaban, noche tras noche. Un mar de dudas, un mar de pensamientos se le pasaban por la mente, aturdiéndola, dejándola con más dudas. Ella, era  esa chica que no quería sentir nada, que no quería tener sentimientos, porque poco a poco se los destrozaban, poco a poco se los quitaban, se quedaba sin sentimientos, y el dolor era su rutina.
Una noche, cansada de todo, no fue capaz de llorar más, ya no le quedaban lágrimas, ya no le quedaba amor, ya no le quedaba nada. Solo su vida, la cual, cada día la odiaba más. Cada día se odiaba más, porque nunca lograba conseguir lo que quería, porque siempre que estaba a punto, llegaba alguien que le quitaba sus sueños, que la alejaba de sus metas, llegaba alguien mejor.
Esa noche, en la que se encontraba sin lágrimas, se echó a reír, aún sabiendo que todo era fingido. Esa noche, pensó una última vez en las miles de sonrisas que quitó a quien tanto quería, pensó en su día a día, en su familia y en sus amigos. Esa noche, vio su vida pasar por delante de ella en apenas 5 minutos, los que tardó en cortarse las venas y perder el conocimiento.
Esa noche, cansada de todo, quiso conocer lo que era el otro mundo. Quiso dejar de vivir, dejar de molestar, de fingir, de sufrir. Quiso pasarse al lado de la oscuridad, al lado del silencio, donde no hay dolor, donde no hay sufrimiento. Esa noche quiso rozar la luna con su propia alma, y lo consiguió."

Los pensamientos no callaban.


"Me tiré en cama, cansada. Cansada de fingir sonrisas falsas. Cansada de fingir que no sabía nada, cansada de ser la tonta y disimular que todo me daba igual. Me tiré con ganas de llorar, con ganas de desaparecer y así ya no tener que pensar más. Y así ya no tener que molestarme en querer ver feliz a nadie.
Allí estaba, con la mirada perdida, con las lágrimas comenzando a bajar por mis mejillas. Con un mar de pensamientos que no me dejaban en paz, que solo me gritaban lo patética que era y lo mucho que jugaban conmigo. Miles de pensamientos que me decían una y otra vez que a mí nadie me escogería para compartir una vida a su lado, gritando que yo solo hacía las cosas mal y que no llegaría muy lejos. Esos jodidos pensamientos, que día tras día tenían más fuerza que yo, que cada día gritaban más. Tanto, que ese día los mande callar, a ellos y a mí. Ese día, de tan cansada que estaba de fingir que era feliz, las fuerzas se me terminaron y decidí dejar de luchar por algo que no iba a conseguir, porque los pensamientos tenían razón, había mejores chicas que yo para escoger, había mejores amigas que yo para hacer feliz a los demás, había más guapas, y más listas.
Cogí esa navaja del cajón, y me la clave en la muñeca, observando como la sangre fluía por todo el brazo, sin cesar. La visión disminuía, me mareaba. Y allí me quedaba sin vida, en mi cama, sola. No quise esperar por la muerte, que la llamé. Apenas me quedaban unos segundos de vida, cuando alguien abrió la puerta y gritó: 
- Quiero pasar mi vida contigo, no con otra. 
Pero ya era demasiado tarde, había perdido demasiado sangre, y esas palabras solo me aceleraron el corazón por una última vez y ahí me desmayé. Quedando muerta. Ya no iba a escuchar a mis pensamientos nunca, ya no iba a sentir nada nunca, ya no iba a tener que preocuparme por mi vida nunca."

18 junio, 2013

Entre la vida y la muerte. [Primera parte]

Estaba a punto de morir, los días pasaban y yo no daba despertado del coma… Mis fuerzas cada vez se desvanecían más, no sabía cuánto tiempo más iba aguantar estando así. Necesitaba volver a mi vida, necesitaba despertar y salir de ese hospital, necesitaba ver a mi familia, a mi hermano, a mis amigas...
Pero de repente, algo sucedió, algo malo estaba pasando, que no pude más, las fuerzas se me agotaban. Me dio la ligera impresión de que iba a desconectar de este mundo, que iba a salir del coma, pero no para volver a la vida, sino para llegar a la muerte.

Ya no sabía cómo luchar. Ahora era mi abuelo el que se me acercaba, y yo intentaba escapar... Eso quería decir que sí, que iba a morir. Ver a mi abuelo, que ya no estaba con nosotros, me confirmaba que era hora de quedarme con él, y no con quien yo quería, me confirmaba que mi vida terminaba en ese preciso momento. Llevaba mucho tiempo deseando verlo, pero no de esta forma, no ahora… Realmente, ¿era mi hora? ¿Era mi fin? Eso parecía. Una fuerza interna me mandaba rendirme.

 No podía ser, ahora no. Ahora era yo la que quería escapar de esto. La que quería seguir luchando... Pero ya no sabía ni cómo, ni de dónde sacar las fuerzas. Creo que estaba perdida.
Aún escuchaba como los médicos se aceleraban por salvarme. Escuchaba a mi madre llorar, y pedir ayuda. Y mis amigas que también estaban allí...
El médico que se encontraba en la habitación le dijo a mi madre:
 - Lo que necesita su hija es el apoyo de la persona más importante para ella, ¿está aquí esa persona?
Y quien contestó fue mi prima:
 - No, aquí falta su hermano...

En un instante dejé de escuchar nada, dejé de sentir nada. Supe que había muerto, que ya no podría salir de esta, o eso parecía. Mi abuelo me había abrazado tan fuerte, dándome su calor, dándome vida en este nuevo mundo.
Se había acabado todo. Mi corazón había dejado de latir. Ya no podría terminar lo empezado en aquellas pesadillas. Ya no podría volver a abrazar a mis amigas, volver a ver sus sonrisas. No podría discutir con mi madre, para acabar solucionándolo. Pero lo peor, ya no podría pelear con mi hermano, picarle, hacerle sonreír, abrazarle... No podía quererle más. Lo había perdido absolutamente todo, sólo me quedaba mi abuelo...
Hasta que de repente noté como alguien demasiado importante me apretaba la mano, y como sus lágrimas se derramaban sobre ella... Fue en ese instante cuando mi abuelo me soltó despacio, acariciándome la mejilla y susurrándome:
 - Tranquila, pequeña. Ahora tendrás la fuerza de terminar con todo.
Tras esas palabras me besó la frente. Le sonreí. Y mi corazón comenzó a latir.
Sí, era mi hermano. Él estaba allí, apretándome la mano con su fuerza, llorando al pensar que me perdía.

Sus lágrimas me habían hecho volver a la vida, o eso me parecía. Porque a pesar de todo, yo seguía en coma. Y él seguía llorando, esperando un abrazo, esperando verme despierta.
Fue entonces cuando me susurró algo muy bajito: Idiota, no me dejes, te necesito.
No sabía cómo pero algo se había encendido en mi interior, haber notado la presencia de mi hermano a mi lado y escuchar esas palabras me hicieron sacar las fuerzas de donde no las había, me hizo dar un paso hacia adelante. Tenía que salir de esta como fuese, tenía que despertar. Lo necesitaba. Y ya no solo necesitaba verle a él, sino a mi madre, a mi prima, y a mis amigos.
Ya estaba cansada de estar metida en esa cama, sin poder moverme, sin poder hablar, sin poder salir y disfrutar de la vida. Ya había perdido la cuenta de los días que llevaba en esa situación, ya no sabía si eran 3, 4, 5 semanas… No sabía nada. Estar allí para estar así no era vida, estando conectada a un montón de aparatos, con el suero inyectado en vena. Necesitaba salir de esta, porque yo era la típica chica que siempre salía de casa, porque si no me agobiaba entre cuatro paredes, era esa que le encantaba pasarlo bien con mis amigos; era energética, y me la pasaba comiendo a cualquier hora. Necesitaba, incluso, verme al espejo, cepillar mi largo pelo negro, vestir esa camiseta verde que tanto combinaba con mi color de ojos. Y estar metida allí me lo impedía todo.
No sabía cómo, pero tenía que conseguir despertar. Tenía que darle las gracias a mi hermano por llegar y hacerme quitar las fuerzas de la nada.

Entre la vida y la muerte. [Segunda parte]

Llevaba un mes sin saber nada de mi hermana, mi madre me decía que no me preocupase, que se había ido de viaje a Barcelona, y que pronto volvería. Pero algo me decía que me estaba mintiendo, su propio rostro lo confirmaba, esa voz aguda que se le ponía cuando le hablaba de mi hermana la delataba, algo me estaba ocultando, y yo iba a conseguir saber qué estaba sucediendo realmente.
Apenas quedaba una semana para su cumpleaños, estábamos en pleno verano, a mediados de julio, y yo quería pasar a su lado ese día tan importante para ella. Debía ponerme a investigar lo qué estaba sucediendo, debía ponerme en contacto con mi hermana, quería verla, y no iba a aguantar mucho más sin saber nada de su paradero. Pero no tenía medios para comunicarme con ella… No sabía qué hacer. Algo en mí interior me decía que a mi hermana le había sucedido algo.
Quedando tres días para el 16 de julio, el día que mi hermana cumplía los 21, le pedí la dirección en la que se encontraba mi hermana, estaba decidido a contactar con mi padre para viajar y presentarme donde estuviera alojada. Pero una vez más mi madre me mintió, ocultándome la verdad, se negó a darme la dirección.
Sentía tanta rabia y tanta impotencia. ¿Dónde estaba mi hermana? ¿Qué estaba pasando?
Mi hermana no se iría nunca sin despedirse de mí, ella era lo mejor que tenía, nuestra relación como hermanos era demasiado fuerte, la echaba demasiado de menos, echaba de menos discutir con ella, hacer el idiota, jugar con ella, ver películas, picarla, pero sobre todo, echaba de menos sus abrazos y sus mimos. Al fin y al cabo, yo apenas tengo 10 años y vivir sin ella me cuesta…
Intentaba llevar mi vida normal, creyéndome esa farsa que me habían contado, creyéndome que ella estaba de viaje y que pronto regresaría. Pero yo estaba completamente seguro de que eso no era cierto y que lo sucedido era algo realmente grave… Y quizás por mi edad no me lo querían contar… Cada día tenía más miedo.
Mi madre apenas estaba en casa, siempre decía que tenía mucho trabajo, y que llegaba cansada. Pero yo por las noches la escuchaba llorar. Me pasé estas semanas encerrado en mi habitación, deseando volver a ver a mi hermana. No me llegaba el día de volver a abrazarla.
Entonces, llegó el día. Solo quedaba un día para su cumpleaños. A la noche anterior estaba tranquilo en mi habitación, solo en casa, mi madre había salido, con la excusa de que iba a quedar con una amiga. Estaba conciliando con el sueño cuando de repente alguien entró en casa, de forma alterada, llorando. La puerta de mi habitación se abrió, era mi madre, llorando, gritando. Pidiéndome perdón antes de tiempo. Me imaginé lo peor, y el miedo me hizo llorar…
- Hijo, lo siento. Debimos contarte antes lo que le había pasado a tu hermana, pero teníamos miedo a que entrases en una depresión… Lo siento, de verdad, lo siento.
- Mamá, tranquilízate. Respira, y explícame qué ha pasado.
- Perdóname.
- Que me expliques, he dicho.
- A tu hermana la atropellaron y lleva todo este tiempo en el hospital…
- Pero… ¿Cómo está? ¿Está bien? ¿Por qué no me lo has dicho antes? ¿Por qué? Normal que así ella nunca confiemos en ti.
- No está bien… Está en coma… Acaba de tener un shock. Está a un simple paso de la muerte. El médico ha dicho que necesita a su lado la persona más importante en su vida, y ese eres tú.
- Pues vamos, venga. Estamos aquí perdiendo el tiempo.
Salimos de casa corriendo, y nos metimos en el coche. Apenas tardamos en llegar al hospital, subí corriendo las escaleras y llegué a donde se encontraba mi hermana.
Tenía los ojos rojos. Me tiré al suelo de rodillas y agarré fuertemente su mano. Me eché a llorar, las lágrimas me recorrían las mejillas y terminaban llegando a su mano. No sabía si notaba mi presencia, solo sabía que estaba a punto de perder a mi hermana, y aunque no fuese mi culpa, me sentía impotente por no poder salvarla. No podía verla allí, casi muerta. Ya la echaba lo suficiente de menos, que al ver cómo estaba me deprimí por completo. Ella, que siempre tenía esa sonrisa en la cara, ella a la que siempre le brillaba la mirada y desprendía felicidad, ella, la que tanto me demostraba en esta familia, estaba rozando la muerte.
Le susurré algo muy despacito: Idiota, no me dejes, te necesito.
Fue ahí cuando noté un escalofrío, como si pudiera notar que ella me escuchaba, como si intentase decirme algo. No sé que fue eso. Solo sé que no podría vivir si ella se moría así. Estoy seguro de que llevaba todo ese tiempo esperándome, y por culpa de nuestra madre que ocultó toda la verdad, ella no pudo luchar como lo haría el primer día. De haber estado ahí, a su lado, desde el principio, quizás ahora mi hermana ya estaría consciente, en casa, planeando su cumpleaños.
Si mi hermana se moría, nunca me lo perdonaría, y nunca se lo perdonaría a mi madre.
Esa noche, no me despegué de ella. Me quedé dormido en el suelo, con mi cara sobre su mano, con las lágrimas en los ojos. Al amanecer, los rayos de sol me despertaron, y noté como alguien me rozaba la cara. Mi hermana había salido del coma, y sus primeras palabras fueron:

- Gracias pequeño, si estoy aquí es por ti.

Después de la vida.

"Estaba a punto de morir, entonces aquella persona me explicó lo qué era la muerte, y yo volví a la vida, yo morí. Resulta irónico, pero fue así.
Esa persona ya estaba muerta, pero se encontraba a mi lado, describiéndome la vida, explicándome que al morirme no me perdería en otro mundo, que no dejaría de existir por completo. Explicándome que al morir iba a volver a nacer, sí. Me contó que él ya estuviera en su vida más de una vez. Que la vida se nos repite una y otra vez. Que al morirme, volvería a nacer, a repetirse todo, quizás no exactamente, pero que volvería a conocer a toda mi gente, que volvería a estar con quien un día perdí, que volvería a ser feliz, que volvería a caer y a levantarme. Que volvería a perder, a ganar, a llorar, a reír...
Volvería a vivir. Fuese como fuese. Después de la vida no moría, renacía.
Pude morir con una sonrisa en la cara, aquella persona que me lo contaba, era alguien que ya ni recordaba.
Pero quizás era cierto. Nunca lo sabría. No era cualquiera quien tenía un don, no era cualquiera el que tenía el don de recordar la vida que ya viviera.
Ese era el problema. Que al volver a nacer, la memoria está en blanco, completamente en blanco, y no queda ni un mísero recuerdo. Solo quedan deja vus que a veces nos confunden.
Me daba igual. A pesar de que me moría,  moría feliz, sabía que después de la vida, no quedaba más que otra vez mi vida."

Perdiendo el rumbo.

"Eché a correr, había perdido mi rumbo. No tenía ni la menor idea de donde me encontraba, tenía la sensación de que andaba a vueltas. Estaba completamente perdida. El cielo estaba oscuro, podía ver miles de estrellas, la única luz que había era la que reflejaba la luna. Se veía perfecta. Era lo único que me daba seguridad, aunque al mismo tiempo me hacía sentir pequeña.
¿Qué iba a hacer ahora? ¿Seguir corriendo? ¿Escapar de lo que no veía? ¿Gritar?
Cada paso que daba, me hacía perder la memoria, poco a poco no recordaba nada. No recordaba porqué estaba corriendo sin sentido, no recordaba dónde vivía, no recordaba porqué escapaba, ni de quién. No recordaba apenas nada. Solo recordaba que tenía miedo y que quien me perseguía iba a llegar a mí. ¿Pero que era?
Me decidí a quedarme quieta, no quería perder la memoria, la poca me quedaba. Tenía miedo a seguir y tener una mente sin recuerdos, una página en blanco. Así podría empezar de cero, pero no lo quería, aunque estaba a punto.
Allí me quedé, perdida en aquel lugar. Sentada en el suelo, bajo la luz de la luna, que era mi única compañía. Una fuerte brisa comenzó a mover las ramas de los árboles, las nubes comenzaron a tapar las estrellas y poco a poco a tapar la luna. Me sentí desprotegida, el miedo se apoderaba más de mí.
¿Debía seguir huyendo? Me daba todo igual, no quise escapar. Lo que fuese a pasar, que pasase.
Me levanté. Y comencé a gritar:
- No tengo miedo. Quien quiera a venir a por mí, que lo haga, aquí me tiene. Le pongo fin al juego.
Pero nada. Allí no llegó nadie. La oscuridad invadió el lugar. El frío me recorrió todo el cuerpo. Y el miedo aumentaba. No entendía nada. Al final, quise avanzar, pero al dar un simple paso, me desmayé.
Aquello que me perseguía era la soledad, agarrada de la muerte.
Me quedé sola, completamente sola. Y entonces la muerte me llevó con ella."

12 junio, 2013

No deberías existir.

"Llegó con los ojos llorosos a casa, confirmó que no había nadie, que estaba completamente sola, y rompió a llorar. No podía más. A su alrededor todas eran perfectas. Se sentía echa una mierda. Intentaba hacer todo lo que estaba en sus manos para complacer a todos. Intentaba sacar sonrisas incluso cuando ella ya no sabía qué significaba sonreír. Lo intentaba todo. Pero a medida que lo hacía, se le rompía el alma sin darse cuenta. Ella no lo sabía, pero poco a poco, se estaba destrozando.
Ese día, las lágrimas la hicieron reaccionar.
 En frente del espejo se digno  a secarse las lágrimas y hablarle a su reflejo:
 - No eres perfecta, nunca lo vas a ser. Ese brillo de tu mirada ya no existe, se apagó. Esa sonrisa, no existe, es falsa, se esfumó. Tu felicidad no existe, desapareció. Tú no deberías existir, deberías morir.
Fue entonces, cuando notó como alguien el acariciaba la nuca, rozándole el cuello. Notó la respiración de alguien detrás de ella, pero allí no se encontraba nadie, se estaba viendo en el reflejo y estaba completamente sola. Se giró para confirmarlo, y así fue, nadie estaba allí. Pero notaba esa presencia.
No pudo soportarlo más, y de nuevo se echó a llorar. Las piernas le fallaron, y se cayó.
El pecho le comenzó a doler. La vista se le comenzó a nublar. Ya no sabía si estaba sola o no. Vio una sombra al fondo del pasillo. Se estremeció. Un escalofrío le recorrió todo el cuerpo, y entonces se desmayó.
Allí se quedó. La presencia que allí había era la de su alma, que ya había abandonado su cuerpo en el momento que pronunció esas palabras."

11 junio, 2013

No quería seguir.

"No quería molestarme en abrir los ojos, no quería ni respirar. Estaba cansada, cansada de no ser nada en la vida. Cansada de tanta crítica. Cansada de tropezar con cada paso. Cansada de no saber avanzar. Estaba realmente cansada, de perder a esas personas que creía que me ayudarían. Estaba tan cansada de ser un error de persona.
La autoestima ese día me la jugó, se hundió, y me agarró de la mano para hundirme con ella. No quería hablar con nadie, no quería apoyo, porque al fin y al cabo, cada apoyo que me daban era falso, era fingido. Realmente, no había nadie que estuviese ahí cuando más lo necesitaba, realmente no tenía nadie a mi lado. Era todo un juego, un juego repleto de mentiras, de secretos. Un juego en el que yo decidía si debía seguir, o tirarme por el precipicio, para terminar en un mísero -Game Over-.
No quería seguir. Me había cansado de ser la fuerte, de pasar por todo.
Las voces en mi mente no me gritaban, simplemente me susurraban: - Deja de sufrir, puedes morir intentando ser feliz.- Esas palabras me desconcertaban. Me encerré en el baño, me vi el rostro. Tenía los ojos completamente rojos de haber pasado media tarde llorando, y completamente emborronados de negro. Parecía que ya estaba muerta. Sin pensarlo, comencé a llenar la bañera, sin quitarme la ropa, me metí en ella. Alguien me impulsaba a hacerlo, no sé si las voces, no sé si era que mi cuerpo tenía más poder que mi corazón y mi cerebro, o quizás alguien que quería verme muerta estaba allí controlando mis movimientos. No lo sé, pero sin dudarlo, me metí, me corté las muñecas y dejé que mi cara se cubriese de agua. Poco tardé en ahogarme, poco tardé en dejar de respirar. Poco tardé en llegar a otro mundo. Donde nadie iba a molestarme, donde no iba a molestar a nadie.
Allí estaba esa persona, ahora lo entendía todo. Pude ver quién me impulsó a hacer eso. Era ella, era yo, mi otro yo."

27 mayo, 2013

Ella eligió su final.



"Ya estaba cansada de que su vida no sirviera, estaba cansada de tropezar siempre en la misma piedra. De que las persones que le importaban le apuñalasen por detrás. Estaba cansada de tener que llorarle a la almohada. De fingir sonrisas. De soñar con pesadillas. Estaba cansada de que le prometiesen la luna, y no tocasen ni el cielo. Estaba cansada de todos los problemas que tenía en su familia, o lo que llamaban familia. Estaba cansada de ocultar sus sentimientos. De guardar miles de secretos. De no poder decirle al mundo lo que quería. Estaba cansada de todo, de todos, pero de lo que realmente estaba cansada era de su vida, esa que le estaba costando seguir.
Por eso sin más, una noche, tirada en cama, entre pensamiento y pensamiento, no dejó de verse las muñecas, no dejó de pensar en que nada cambiaría si ella no seguía ahí, entre los demás.
Y entonces se clavó la navaja, un hilo de sangre empezó a fluir por su muñeca. Su vida se iba, y su alma con ella. Ahora ya no tendría que preocuparse por nada, no tendría que tener miedo, no tenía ni que molestarse en respirar. Había marcado su final, le habían marcado su final."

Se odió hasta morir.

“Cada día odiaba más su vida, cada día odiaba más su cuerpo. Cada día se odiaba más a ella misma. Ese jodido reflejo, ese espejismo que creaba en su mente, ese pensamiento que la destrozaba día tras día. Cada palabra mal dicha, cada palabra callada, cada palabra la destrozaba de una forma u otra. Su situación cada vez era más complicada. Su futuro lo encontraba más nublado, no encontraba la salida de sus problemas. No sabía qué hacer, ni sabía cómo seguir. Directamente, ya no sabía si seguir. Noche tras noche la almohada recogía cada una de sus lágrimas. Noche tras noche observaba como no quedaba nadie. A medida que pasaban los días, sabía que nada iba a salir bien. Secretos, miradas, momentos. Todo la estaba destrozando. Conocía todo, y por mucho que fingiese no saber nada, algo faltaba en su mirada, porque ya no brillaba. Esa era su destrucción, conocerlo todo, mientras otros creían que podían ocultarlo todo.  Ella sabía cada secreto, ella descifraba cada mirada, ella entendía cada momento. Por eso, un día, cansada de fingir, cansada de mostrar sonrisas apagadas, un día se dejó consumir. Un día dejó de luchar, se dejó llevar, decidió caminar al lado de la muerte, hasta tropezar, tropezar una vez más, pero esta vez, no volver a levantarse.
De tanto odiarse, de tanto querer a quien no debía, de tanto sufrir en silencio, de tantos problemas que ocultaba, de tanto vivido sin ganas, prefirió dejarlo todo, prefirió morir.” 

20 mayo, 2013

Mi vida se consumió.

"De tanto quererte, de tanto ocultarlo, de tanto disimular, me comencé a destrozar. Ya no sabía cómo sonreír, si lo hacía bien o malo. Ya no sabía si esto tenía sentido. Ya no sabía quién era. Me miraba al espejo, y no me gustaba nada. Todo se convertía en una obsesión. Me tiraba en cama, cerraba los ojos y el único que estaba ahí eras tú, en medio de la oscuridad, intentando hacerme sonreír, pero no. Yo destrozaba cada pensamiento con una lágrima en mis ojos, yo destrozaba mi vida intentando no quererte. Quería frenar ese sentimiento que había nacido, no quería seguir sufriendo, pero era imposible. Cada vez que te sentía a mi lado, mi sonrisa no era fingida. Mi felicidad aumentaba, aún sabiendo que todo era mentira, aún sabiendo que todo saldría mal, aún sabiendo que no podía gritarle al mundo lo que sentía.
No podía más. Vivía en un mundo lleno de problemas, o quizás yo era el problema. Nunca lo llegaría entender, lo que quería era ser feliz, y tú conmigo, sin tener que ocultar nada, sin tener que mentir. Pero no era así. Noche tras noche, mi mente me hacía pensar en lo más negativo, noche tras noche no dejaba de pensarte, de llorar. Noche tras noche, hasta el día en el que entendí que todo era un juego, un juego en el que cuando te cansases, borrarías la partida y empezarías con otra. Fue entonces cuando decidí buscar el <<Game Over>> de nuestro juego y así llegar al final a tiempo.
Eso hice. Aunque no solo era un juego, era una vida, y era mi vida. Decidí terminar conmigo, apagar los sentimientos, callar los pensamientos, parar mi corazón. Decidí ver como la sangre recorría mi brazo con ese corte. Decidí morir para no seguir así."