Mis historias

04 agosto, 2014

Cada noche, hasta morir.

''Y cada noche antes de dormir se veía esa cicatriz. Con lágrimas en los ojos, apunto de explotar a llorar.
Y cada noche se sentía peor, y más sola. Cada noche se sentía como si en el mundo estorbase. Sin metas, ni sueños. Sin nada, ni nadie.
Solo se encontraba con mentiras, con desilusiones. Con más mentiras, engaños.
Cada noche tenía más ganas de coger aquella navaja y volver a sentirla, pero más profunda, más dolor, rozar la muerte, agarrarla fuerte e irse con ella.
Cada noche, se veía al espejo y se tenía más asco. Se odiaba, más y más.
Llegó a pensar que había encontrado la felicidad, pero en realidad no fuera más que otra mentira, una intensa y que le dolió más que el filo de la navaja.
Estaba sola. Su familia nunca la escuchaba, nunca le ayudó. Sus amigos se esfumaron, sin decir nada, con miles de mentiras detrás de sus dos caras. El amor, le falló, le decepcionó, con más mentiras que caricias.
No tenía a nadie en quien apoyarse, ni un hombro. Nada.
Y su autoestima ya estaba demasiado hundida.
Por eso, cada noche sentía más deseo de apretar la navaja.
Cada noche quería dejar de llorar. Dejar de pensar. Dejar, incluso, de respirar.
Y esa noche llegó, llegó en el día que no podía más consigo misma. En el día que todo era negro, que ya ni un rayo de luz veía al final del túnel, o quizás sí, pero no era un rayo de luz, era el tren, el tren que se la llevaba lejos, muy lejos. Donde nadie le molestaría, donde nadie le mentiría, donde no se sentiría un estorbo.   Lejos de su vida. Cansada. Cerca de la muerte. Deprimente.

         La navaja se fundió en sus venas.
                        Y se escuchó su último suspiro.
                                  Mientras corría la sangre por su muñeca.''

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