Mis historias

18 junio, 2013

Entre la vida y la muerte. [Primera parte]

Estaba a punto de morir, los días pasaban y yo no daba despertado del coma… Mis fuerzas cada vez se desvanecían más, no sabía cuánto tiempo más iba aguantar estando así. Necesitaba volver a mi vida, necesitaba despertar y salir de ese hospital, necesitaba ver a mi familia, a mi hermano, a mis amigas...
Pero de repente, algo sucedió, algo malo estaba pasando, que no pude más, las fuerzas se me agotaban. Me dio la ligera impresión de que iba a desconectar de este mundo, que iba a salir del coma, pero no para volver a la vida, sino para llegar a la muerte.

Ya no sabía cómo luchar. Ahora era mi abuelo el que se me acercaba, y yo intentaba escapar... Eso quería decir que sí, que iba a morir. Ver a mi abuelo, que ya no estaba con nosotros, me confirmaba que era hora de quedarme con él, y no con quien yo quería, me confirmaba que mi vida terminaba en ese preciso momento. Llevaba mucho tiempo deseando verlo, pero no de esta forma, no ahora… Realmente, ¿era mi hora? ¿Era mi fin? Eso parecía. Una fuerza interna me mandaba rendirme.

 No podía ser, ahora no. Ahora era yo la que quería escapar de esto. La que quería seguir luchando... Pero ya no sabía ni cómo, ni de dónde sacar las fuerzas. Creo que estaba perdida.
Aún escuchaba como los médicos se aceleraban por salvarme. Escuchaba a mi madre llorar, y pedir ayuda. Y mis amigas que también estaban allí...
El médico que se encontraba en la habitación le dijo a mi madre:
 - Lo que necesita su hija es el apoyo de la persona más importante para ella, ¿está aquí esa persona?
Y quien contestó fue mi prima:
 - No, aquí falta su hermano...

En un instante dejé de escuchar nada, dejé de sentir nada. Supe que había muerto, que ya no podría salir de esta, o eso parecía. Mi abuelo me había abrazado tan fuerte, dándome su calor, dándome vida en este nuevo mundo.
Se había acabado todo. Mi corazón había dejado de latir. Ya no podría terminar lo empezado en aquellas pesadillas. Ya no podría volver a abrazar a mis amigas, volver a ver sus sonrisas. No podría discutir con mi madre, para acabar solucionándolo. Pero lo peor, ya no podría pelear con mi hermano, picarle, hacerle sonreír, abrazarle... No podía quererle más. Lo había perdido absolutamente todo, sólo me quedaba mi abuelo...
Hasta que de repente noté como alguien demasiado importante me apretaba la mano, y como sus lágrimas se derramaban sobre ella... Fue en ese instante cuando mi abuelo me soltó despacio, acariciándome la mejilla y susurrándome:
 - Tranquila, pequeña. Ahora tendrás la fuerza de terminar con todo.
Tras esas palabras me besó la frente. Le sonreí. Y mi corazón comenzó a latir.
Sí, era mi hermano. Él estaba allí, apretándome la mano con su fuerza, llorando al pensar que me perdía.

Sus lágrimas me habían hecho volver a la vida, o eso me parecía. Porque a pesar de todo, yo seguía en coma. Y él seguía llorando, esperando un abrazo, esperando verme despierta.
Fue entonces cuando me susurró algo muy bajito: Idiota, no me dejes, te necesito.
No sabía cómo pero algo se había encendido en mi interior, haber notado la presencia de mi hermano a mi lado y escuchar esas palabras me hicieron sacar las fuerzas de donde no las había, me hizo dar un paso hacia adelante. Tenía que salir de esta como fuese, tenía que despertar. Lo necesitaba. Y ya no solo necesitaba verle a él, sino a mi madre, a mi prima, y a mis amigos.
Ya estaba cansada de estar metida en esa cama, sin poder moverme, sin poder hablar, sin poder salir y disfrutar de la vida. Ya había perdido la cuenta de los días que llevaba en esa situación, ya no sabía si eran 3, 4, 5 semanas… No sabía nada. Estar allí para estar así no era vida, estando conectada a un montón de aparatos, con el suero inyectado en vena. Necesitaba salir de esta, porque yo era la típica chica que siempre salía de casa, porque si no me agobiaba entre cuatro paredes, era esa que le encantaba pasarlo bien con mis amigos; era energética, y me la pasaba comiendo a cualquier hora. Necesitaba, incluso, verme al espejo, cepillar mi largo pelo negro, vestir esa camiseta verde que tanto combinaba con mi color de ojos. Y estar metida allí me lo impedía todo.
No sabía cómo, pero tenía que conseguir despertar. Tenía que darle las gracias a mi hermano por llegar y hacerme quitar las fuerzas de la nada.

No hay comentarios:

Publicar un comentario