“Cada día odiaba más su vida, cada día odiaba más su cuerpo.
Cada día se odiaba más a ella misma. Ese jodido reflejo, ese espejismo que
creaba en su mente, ese pensamiento que la destrozaba día tras día. Cada
palabra mal dicha, cada palabra callada, cada palabra la destrozaba de una
forma u otra. Su situación cada vez era más complicada. Su futuro lo encontraba
más nublado, no encontraba la salida de sus problemas. No sabía qué hacer, ni
sabía cómo seguir. Directamente, ya no sabía si seguir. Noche tras noche la
almohada recogía cada una de sus lágrimas. Noche tras noche observaba como no
quedaba nadie. A medida que pasaban los días, sabía que nada iba a salir bien.
Secretos, miradas, momentos. Todo la estaba destrozando. Conocía todo, y por
mucho que fingiese no saber nada, algo faltaba en su mirada, porque ya no
brillaba. Esa era su destrucción, conocerlo todo, mientras otros creían que
podían ocultarlo todo. Ella sabía cada
secreto, ella descifraba cada mirada, ella entendía cada momento. Por eso, un
día, cansada de fingir, cansada de mostrar sonrisas apagadas, un día se dejó
consumir. Un día dejó de luchar, se dejó llevar, decidió caminar al lado de la
muerte, hasta tropezar, tropezar una vez más, pero esta vez, no volver a
levantarse.
De tanto odiarse, de tanto querer a quien no debía, de tanto
sufrir en silencio, de tantos problemas que ocultaba, de tanto vivido sin
ganas, prefirió dejarlo todo, prefirió morir.”
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