Mis historias

14 marzo, 2013

Otra mirada.


"Ya no sabía quién era, ya no sabía qué estaba sintiendo. Le veía y su mirada me hacía enloquecer, pero no podía. Era algo prohibido, era para ella, no para mí. Debía apartarme, debía dejar de sentir.
Pero no era capaz de parar mis sentimientos. Cada vez que le veía a sus ojos, los míos brillaban como nunca, y me sentía más viva. 
Hasta que decidí ser fuerte, y apartarme, luchar en contra de mí corazón. Sí, tenía que hacerlo, dejar que ella lograse ser feliz, era lo que realmente me interesaba.
Me aparté, dejé de salir, de ver la luz. De ver su mirada, de hablar. 
Me fui, sin dejar rastro, sin decir nada. Me fui sin avisar.
Desaparecí de allí. Mi vida no podría seguir adelante estando como estaba.
Pasaron los días, me iba debilitando, me buscaban, pero yo no daba señales. Quería que todos me olvidasen, y por eso, entre lloros y recuerdos, mi cama fue el único testigo de mis actos.
Mis últimos suspiros, mis últimas lágrimas. Mis últimos latidos. Y mi último mensaje con un ''te quiero'' y un ''adiós''.
Yo no necesitaba nada, yo lo único que necesitaba era ver feliz a los demás. Y si para ello tenía que dejar de existir, lo haría. Y así fue.
Esa tarde la sangre dejó de correr por mis venas para mancharme la piel. Esa tarde los latidos de mi corazón tenían que cesar, y así fue. Esa tarde el aire no tenía que llegar a mis pulmones, y así pasó.
Poco a poco, me consumí, allí, tirada, sola. Sin miedo a la muerte. Sin miedo al dolor.
Esa misma tarde fue mi madre la que les abrió la puerta, pero ya era tarde. Yo ya no era persona.
No sé cómo, supe que él me abrazó más fuerte que nunca y como sus lágrimas llegaban a mi rostro. Pude saber que ella gritó al ver que ya no podría contar conmigo. Pude notar cómo me echarían de menos... Pero era lo mejor. O eso creía."

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