"Y cuando no podía más, llegó alguien, me agarró por la cintura
y me sopló por mi cuello. Quise ver quién era, pero no me dejó. Me vendó los
ojos y me susurró: - Tranquila, nada malo pasará estando yo a tu lado.- Esa voz
me resultaba tan familiar, era una voz cálida, con fuerza y me daba seguridad.
Quería saber quién era.
Me sujetó las
manos y me llevó, despacio, a otro lugar.
Su aliento no se
separaba de mi cuello. Por fin dejamos de caminar. Entonces, me soltó. Noté que
el frío se apoderaba de mí. Escuché pasos, gritos. Llantos. ¿Qué había pasado?
El chico que me
había susurrado aquellas palabras no daba señales, quería quitarme aquel
pañuelo de los ojos, pero no di hecho. Noté como si alguien pasase corriendo
por detrás de mí. Y entonces el pañuelo se soltó.
Vi que era su
pañuelo, el del chico que tanto quería. Me giré, buscándolo por todas las
partes, y allí estaba, tirado. Sangrando por el pecho. No podía ser, ¿qué había
pasado?
Escuché un ruido
entre los arbustos que allí estaban, el viento comenzó a soplar, y la piel se
me puso de gallina. El miedo intentaba apoderarse de mí. No sabía si ir a ver
quién estaba allí o si correr a ayudar al chico. Con un poco de valor, me
acerqué a los arbustos y entonces escuchó unas últimas palabras en voz baja: -
Quieta, escapa.-
No quise. Fui a
meter la mano en los arbustos para apartarlos y entonces una extraña fuerza me
empujó y no sé a dónde fui a parar. Mi cuerpo había desaparecido, allí sólo
quedaba mi alma. Vagando por el mundo de los vivos sin poder hacer nada."
No hay comentarios:
Publicar un comentario